jueves, 30 de mayo de 2013

SOCIEDAD ANÓNIMA Y EL FUTBOL


Avanza con pelota dominada en el Congreso un proyecto de ley que obligaría a los clubes de fútbol profesional sometidos a procesos de insolvencia a convertirse en sociedades anónimas. La idea no es nueva. Hace poco más de un año se debatía sobre la crisis del fútbol profesional, y la gran mayoría de opiniones coincidía en que la conversión de los clubes en sociedades anónimas era esencial para resolverla. Una opinión a tono con los tiempos, pero con poco fundamento en la teoría y la práctica de la organización. Hay, más bien, razones para pensar que la forma superior de organización para una actividad como el fútbol es el mecenazgo. A diferencia de los emprendimientos puramente comerciales, los grandes equipos no pueden perseguir solamente la rentabilidad. Tienen que aspirar también al éxito deportivo. La hinchada no espera mejores jugadores y armarán los mejores equipos serán aquellos que tengan acceso al capital al menor costo posible. Y el capital más barato no está en la bolsa de valores, si no en los bolsillos de un hincha acaudalado.

Los grandes equipos de la historia no han sido sociedades anónimas. No lo es el Barcelona, que algunos entendidos consideran el mejor de todos los tiempos. No lo son el Chelsea del multimillonario ruso Roman Abramovich, ni el Milan de Silvio Berlusconi, ni el Boca Juniors ‘galácticos’ del Real Madrid, la sucursal merengue en España. La sociedad anónima es una forma eficiente de organización para ciertas actividades, pero no para todas. Hay infinidad de organizaciones que funcionan satisfactoriamente sin serlo. Ciertos clubes de playa en el Perú, que no son sociedades anónimas, tienen, sin embargo, cientos de personas haciendo cola, dispuestas a pagar 60.000 ‘cocos’ para hacerse socias. Las mejores universidades del mundo no lo son. Los abogados que saben qué es lo que les conviene a los equipos de fútbol no organizan sus estudios como sociedades anónimas.

Un club puede adoptar exterior-mente la forma de una sociedad anónima si la ley lo obliga a hacerlo. Pero internamente la mayoría seguirá funcionando de acuerdo con una lógica que responda a la naturaleza de su actividad. Difícilmente la ley puede obligarlos a ser rentables. En el mejor de los casos, se puede aspirar a que vivan dentro de su presupuesto. Pero nadie podrá controlar que en ese presupuesto no haya solamente ingresos comerciales por taquilla o derechos de televisión, sino también contribuciones de sus socios y benefactores.

Nada impide, por lo demás, que una sociedad anónima incumpla sus compromisos o que contraiga deudas que no puede pagar; que viva al amparo de una protección patrimonial otorgada y perpetuada por la ley; o que caiga en manos de gerentes inescrupulosos que hagan uso indebido de los fondos que deberían entregar a la Sunat.

Cambiar la forma de organización legal de los clubes parecería ser una solución tan eficaz como obligarlos a cambiar sus camisetas.

Por: Ivan Alonso
Economista y redactor de ElComercio.pe

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